Nací en Londres en 1933, he madurado desde los primeros años escolares pasión por la pintura y la escultura que no podía desarrollar antes debido a los dos años de servicio militar y luego a los tres años de estudios de Historia en el King’s college en Cambridge y después por varios viajes a Grecia en los días en que el turismo aún no estaba tan extendido.
Entonces miré a mi alrededor. Aunque me sentí atraído por la pintura y su historia tanto como la escultura, la escultura era el atractivo más fuerte. Lo que hago mejor es la sensación táctil, entonces el volumen, la masa y la relación entre ellos. El valor táctil como lo percibe el ojo. Para el color no estaba tan dotado. No había estado en una escuela de arte. Me faltaba toda técnica.
Al mismo tiempo necesitaba alejarme de la grisura de la posguerra Inglés y de la familiaridad de mi País. Así que a finales de 1956 me fui a Milán.
En Londres llegué a ver el trabajo de los nuevos escultores italianos en la Galería Hanover de Erica Brausen: Marino Marini, Giacomo Manzù y Emilio Greco, el manierista arcaizante. Admiré Giacometti y Henry Moore, pero yo deseaba asistir a ese gran laboratorio artístico que fue Milán, donde trabajaban Marini y Manzù. Y es de esta manera que he tenido ocasión de apreciar esa maravillosa, brumosa y misteriosa ciudad con sus tranvías estrepitosos. Después haber pasado algunas semanas en Brera, salí de la academia para entrar en el estudio de Manzù que había renunciado a su cátedra. Le gustó lo que le mostré e inmediatamente llamó a la fundición con la que trabajar y donde tuve ocasión de conocer a un tallador de mármol y un cobrero, todos viejos amigos de juventud en Bérgamo o en la resistencia contra los fascistas y me envió a trabajar con todos ellos.
Viajaba con mi moto, comprado con el dinero de mis clases de inglés y visité las grandes iglesias románicas de Lombardía, con sus esculturas que remontan el amanecer de la tradicción de la escultura occidental. Hasta ese momento estaba inmerso de la escultura griega arcaica y en la tribal de África Occidental. Lo que me fascinaba era la escultura en sus diferentes principios y de este había mucho en el Museo del Castillo Sforzesco. Manzù me hizo utilizar, en el interior del castillo, un estudio que daba al patio donde Leonardo, 450 años antes, había instalado su gigantesco monumento ecuestre. Me sentía particularmente orgulloso el día en que un trabajador, mirando hacia la puerta, me dijo: "Buenos días, Maestro!".
La fundición M.A.F. (las iniciales de los tres primeros miembros) era un edificio raquítico, hecho de vigas y chapas onduladas separadas por cuerdas para que el humo y el calor intenso de los hornos subyacentes pudiera salir. Aquí trabajaban de nueve a diez personas, entre aprendices, trabajadores y lo artesanos expertos que eran los dueños. Esta fundición se convirtió en uno de los centros de mi vida durante los siguientes veinte años y más, porque hice allí todas mis fusiones.
En los primeros años, cada vez que iba allí, estaban, aunque no solian frecuentarse, Manzù por un lado del laboratorio central y Marini por el otro, y en el medio estaban algunos peces pequeños.
Cuando estaba en Milán me alojaba siempre Fanny, una anciana de 83 años, extremadamente pobre cuyo padre era trompetista de Garibaldi durante la campaña de 1860 para liberar a Italia y luego también fue primer violín en la primera representación de Aida en la Scala. Estos son los hilos de la historia en nuestras vidas.
A principios del verano me encontré con una joven de origen Ruso-Irlandés que había conocido antes y que había ganado una beca para estudiar pintura en Italia. Durante un período asistimos a una escuela de mármol en Carrara y luego, con mi scooter, fuimos a Salzburgo, donde Manzù y Kokoscka tenìan una maravillosa escuela de verano en la fortaleza.
Eran maestros brillantes y volvimos allí durante tres años consecutivos. Después de una visita a Inglaterra fuimos a vivir en un pueblo de montaña llamado Articoli Corrado, situado a unos 60 km de Roma. En aquel tiempo la vida era barata, sobre todo en los pueblos de montaña, ya que Italia se encuentraba todavía en el estado de pobreza de la posguerra que precede el auge económico.
Pero había una facilidad y disponibilidad en los contactos personales que me permitió respirar con más libertad que en aquel mismo momento en Inglaterra. En el verano de 1959 nos casamos, primero una ceremonia civil en el ayuntamiento de Roma en una Plaza organizada por Michelangelo y con los carabineros en alta uniforme apoyados en sus espadas y luego una ceremonia religiosa en la iglesia rusa ortodoxa. En esta época Manzù se mudó a Roma, en parte por razones de salud y en parte para estar cerca del Vaticano para el cual estaba trabajando en la construcción de dos enormes puertas de bronce. Me invitó a trabajar con él en uno de los dos nuevos estudios. Yo era y permanecí un discípulo pero fui adquiriendo tan experiencia que me convertí en asistente de estudio. Pasaba mi tiempo predisponiendo paneles para los relieves de las puertas, terminando los bronces y preparando las armaduras para las grandes figuras de su modela favorita, Inge, con la cual en ese momento se casó.
Los trabajos de las puertas procedian muy lentamente, ya habían durado una docena de años porque el Vaticano no aprobaba el lenguaje artístico de Manzù, pero en ese momento fue elegido Papa Giovanni XXIII, ahora canonizado santo. El apreciaba Manzù, un compatriota de Bérgamo, por lo que el trabajo de las puertas procedió rapido con Manzù que pudo desarrollar su propia iconografía y su proyecto. Al mismo tiempo hizo siete retratos del Papa.
Motivado por la necesidad de desarrollar mi propio trabajo me tuve mudar. Así que fuimos a París donde algunos amigos nos encontraron una casa en el barrio de Sartrourville. Aquí es donde hice la mayoría de mis obras figurativas, así como algunos retratos como desarrollo de mi trabajo con Manzù. Hice algunas figuras de yeso de dimensiones más grandes que en realidad, así como muchas pequeñas figuras, en las que intenté ir más allá de la superficie y llegar a la vitalidad de las figuras a través de la frescura y la velocidad de mis dedos en la arcilla, la forma dada por las palmas de mis manos. Hice en yeso los trozos más pequeños y los llevamos a Milán, en varios viajes con el Citroën 2 caballos.
He trabajado mucho en la fundición y por poco tiempo incluso en Niza, donde me divorcié y me volví a casar. Con las pinturas de mi primera esposa, mis bronces fueron exhibidos en Londres en la Crane Kalman Gallery en 1966 y en los siguientes años en la Galería le Fanal en París.
Luego acepté una misión subvencionada para ayudar a un amigo austríaco para establecer una fundición de arte cerca de Salzburgo. Me quedé allí durante dos años y medio y durante ese tiempo mi trabajo se volvió más formal y abstracto. Este resultado fue determinado por mi técnica de trabajar la cera con hierros calientes y el yeso con cuchillos. Seguí las formas que resultaban de las limitaciones de estas técnicas. Hice una exposición en los grandes salones de la Landesregierung de Salzburgo. En ese momento mi esposa se enfermó gravemente, y su seguro nos permitió volver en Brianza, la zona norte de Milán, donde finalmente logramos construir una casa y una oficina. Mi trabajo se desarrolló más en los años setenta y ochenta, con formas más ligeras, más aéreas, hechas con hojas de cera.
Yo soy un escultor táctil y muy rara vez uso los bocetos.
Durante estos años pasados en la órbita de Milán expuse en más de 50 exposiciones colectivas y en diez exposiciones individuales, principalmente en Milán y alrededores. Para la Bienal de Escultura en Monza introduje artistas británicos.
Sin embargo, el clima Milanés no fue adecuado para mi esposa francesa así que nos volvimos a Niza. Pero ella necesitaba de cuidados y asistencia siempre más intensos que yo no podía conciliar con el duro trabajo de la escultura. En 2000 murió. Nunca pensé que llegando a mis 70 años, yo estaría tan vacío y carente de energía que no podía pensar de continuar una actividad tan exigente como la escultura. Nosotros enviamos a Londres y en Cornualles la mayoría de mis bronces que representan aproximadamente 40 años de trabajo no terminado.
La interrupción ha sido demasiado larga y tal de quedarse así.
"Nosotros" significa que me casé otra vez y soy muy feliz.
Las grandes puertas de Manzù, con los relieves de bronce más bellos de nuestro tiempo, se completaron y se instalaron en la extrema izquierda de la fachada de la basílica de San Pietro en 1964, poco después de mi partida.